Hay palabras que no necesitan traducción literal, porque quien es colombiano sabe lo que significan apenas las escucha. Una de ellas es “pingo”, una joya del lenguaje criollo que usamos para describir a esa persona avispada, astuta, medio ladina… pero que igual se gana el cariño de todos.
“Pingo” es ese amigo que siempre tiene una salida, una excusa o un plan improvisado que, de alguna forma, ¡termina funcionando! Es el que se pasa de listo, pero con gracia. Es quien de chiquito escondía los dulces, de adolescente decía “ya voy” cuando ni se había bañado, y de adulto es el que negocia con la mamá para que el almuerzo sea con huevo frito extra.
Es un personaje. Pero uno entrañable.
¿De dónde viene la palabra?
El origen de “pingo” no está muy claro, pero su uso sí lo está. Es parte del ADN del lenguaje popular colombiano. Puede tener una connotación picarona, pero siempre desde el cariño. En algunas regiones también se usa para describir a los niños traviesos o muy inteligentes:
—“Ese niño es un pingo, vea cómo se le mete al celular sin que uno se dé cuenta.”
“Pingo” es una más de las joyas del criollo que nos recuerdan quiénes somos: alegres, vivos y llenos de ingenio.
En Huevos Nápoles celebramos esas palabras, esas costumbres y esa forma tan nuestra de vivir.